Índice
Nuevo prólogo de Sico Fons, de «NIBIRU. Si no existe habrá que inventarlo»
Siguiendo por el sendero de las reseñas, he recibido otro gran obsequio. Hace unos días, un amigo de mi localidad Tavernes de la Valldigna me regalaba un prólogo para mi libro Nibiru Si no existe habrá que inventarlo. Se llama Sico Fons, escritor y novelista, así como licenciado en filología catalana y… aficionado a este mundo del misterio.
Sico me confesó que se deleito leyendo mi libro. Es joven, pero dice que le recordaba a su «primera juventud» cuando leyó aquellos primeros trabajos de Erich von Däniken sobre la hipótesis de los antiguos astronautas que estaban de moda y en plena efervescencia. Conozco a pocas personas tan sinceras y comprometidas como Sico Fons. Así que mejor que no diga nada más sobre este buen amigo y, mediante la lectura del prólogo que ha escrito sobre mi persona y el libro Nibiru, lo conozcamos un poco. A continuación sus pensamientos.
NIBIRU, EL PLACER DE LA BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO
Sin duda, la madre de la ciencia (o al menos uno de sus progenitores) es la curiosidad; y a ciencia cierta (y nunca mejor dicho) que uno de sus peores enemigos es el dogmatismo. Con lo cual quiero decir que no hemos de temer nunca buscar la verdad sin miedo; con pasión si es preciso, sí, pero también con sensatez y una cierta prudencia.
Quiero decir con todo este preámbulo que, a pesar de lo expresado, la sociedad –y también la comunidad científica– tiende a refugiarse en clichés en el mejor de los casos o en la comodidad de lo ya admitido y establecido, en el peor, para no tener que enfrentarse a nuevas teorías o descubrimientos que puedan poner en duda e incluso derribar los viejos conocimientos.
Así, quiero hablar y presentar, desde mi humilde condición de lector interesado en el conocimiento científico, una obra que, a parte de interesante e incluso emocionante, me merece el mayor de los respetos, dado el febril trabajo de investigación y recopilación de datos que ha significado para su autor, Samuel García Barrajón, el cual ha dedicado siete años de su vida a su realización.
Con este libro, “Nibiru, si no existe habrá que inventarlo”, entraremos en una de las aventuras más apasionantes con la que nos podemos enfrentar los seres humanos: el descubrimiento del inicio de la vida inteligente y el cómo.
Pero que no se engañe el lector, no estamos ante una obra pseudocientífica realizada por cualquier charlatán sin escrúpulos que sólo busca agradar al público y sacar mucho dinero en ventas; sino, como ya he comentado, ante un exhaustivo trabajo de investigación.
Buscando, leyendo e interpretando —o reinterpretando— los símbolos, leyendas o mitos que nos dejaron antiguas civilizaciones (y aún un pueblo que existe en nuestros días como es el Dogón en África occidental) el autor cree encontrar evidencias que apuntan siempre a lo mismo: la visita en tiempos remotos de unos seres inteligentes que contactaron con nuestros antepasados y que tal vez aleccionaron, hemos de suponer, que por altruismo.
¿Y que de dónde vinieron, pues, estos digamos misioneros o exploradores? Aquí radica una de las claves de esta obra; pues sabida es la dificultad que supone, según los conocimientos científicos actuales, viajar por el espacio.
Samuel García afirma que estudiando los escritos del Antiguo Egipto y Mesopotamia (y también, como ya se ha dicho aquí, de la cosmogonía Dogón), ha hallado pruebas irrefutables que demuestran la existencia de un planeta totalmente desconocido por la comunidad científica (aunque no por todo el mundo), y que, además —y ahora viene lo mejor—, se encuentra dentro de nuestro propio Sistema Solar. Este cuerpo celeste fue llamado por los sumerios Nibiru (Horus por los egipcios y Ie Pelu Tolo por los dogón), y desde aquí llegarían —cuando su órbita lo permitiera— sus habitantes inteligentes. Esto explicaría la relativa facilidad de su desplazamiento hasta la Tierra.
Y la pregunta crucial que el lector se hará ahora mismo debe ser, ¿y por qué no lo han descubierto los astrónomos?
Bien, creo que lo mejor para conocer la respuesta es leer el libro, pero a grandes rasgos se puede decir que las antiguas culturas que se mencionan aquí describían su órbita como “vertical”; parecida a la de un cometa. Es decir, estaríamos hablando de un cuerpo celeste realizando un recorrido más o menos perpendicular al plano imaginario por donde se desplazan continuamente el resto de planetas que todos conocemos.
Bien, no soy la persona más adecuada para defender o refutar las tesis del autor de este libro, pero sea como sea, que sirvan mis palabras de apoyo a un trabajo de investigación tan digno de ser tenido en consideración como el de cualquiera; tenga o no sus correspondientes títulos académicos. Las teorías científicas no se demuestran con titulaciones universitarias, sino con pruebas fehacientes.
Yo, como escritor autodidacta que me considero, sé muy bien de lo que hablo (¡y a lo que el amigo Sam se tendrá que enfrentar, ay!). Y entregarse en cuerpo y alma a una investigación de este tipo, durante tanto tiempo, y tener que hacerse cargo luego de las mil pequeñas batallas que suponen la edición y promoción del fruto de esta investigación, es como mínimo, admirable. La civilización y el progreso han sido posibles gracias a estos admirables quijotes cargados de tesón y valentía.
Por mi parte, he disfrutado de su lectura, como espero que lo hará cualquiera que se enfrente a toda la información aquí detallada, sin prejuicios y con la mente abierta a nuevas ideas. Lo cual no quiere decir que no se tenga que disponer de una cierta valoración crítica siempre saludable y preventiva.
Pues lo dicho, a disfrutar leyendo, para seguir reflexionando y elucubrando sobre nuestro pasado, nuestro futuro y nuestra condición humana.
¡Buen provecho!
Sico Fons, escritor.
Si lo prefieres, puedes disfrutar de este post en formato audio, escucha la locución de este artículo aquí. Locución de Jesús Ranchal Sirvent www.vocesescondidas.com